Un thangka tibetano es algo más que una pintura sagrada. En la antigüedad, los monjes tibetanos idearon este método para poder trasladar sus enseñanzas de lamasterio en lamasterio.
En un thangka todo tiene sentido; nada es fruto de la imaginación del lama que lo pinta. Cada color tiene un significado; cada elemento de su composición tiene por igual su propio significado. Las proporciones han de ser exactas, siguiendo el antiguo conocimiento, y nada debe variarlas. Desde la elaboración de la base de algodón sobre la que pinta el lama su thangka hasta la elección de los tintes vegetales que le darán brillo y color, todo es un ejercicio de meditación y oración. Por esto, el thangka es mucho más que una pintura.
Sólo de esta manera obtendrá el lama su propio altar; todo su conocimiento plasmado en una pintura en la que la palabra belleza pierde todo su sentido. Y además, lo hará en un soporte portátil, muy fácil de transportar consigo. Vaya a donde vaya, su vida espiritual irá con él.
Podrá colocar su thangka en cualquier lugar confortable, desplegándolo, y abrir la puerta de su alma a la meditación. Y allí mismo meditará y rezará quemando incienso.